Una historia sobre la hipocresía

Os voy a contar un cuento que ejemplifica ejemplarmente -como cualquier buen ejemplo- parte de lo dicho en el artículo anterior. Para situarnos en la historia en cuestión, diré que tiene dos elementos activos, A y B (o para que a los que no nos van las mates lo entendernos mejor, Juanito y Juanita, respectivamente), y el carácter interrogante "x" que se refiere a "¿Quién es aquí el hipócrita?" o, en su defecto, "¿Quién es el aquí el gilipollas?

Puestas las cartas sobre la mesa, creo que comenzaré a contar esta historia (ficticia, por cierto, que sino luego llegan quejas sobre que he ofendido a fulanito de tal y a fulanita de cual...), que ya va siendo hora:

Están Juanito, Juanita y quizás algunas personas más que no vienen al caso porque no entran en escena, cuando la tía suelta algo que esencilamente se resumen en "Yo puedo hacer esto y vosotros no". Así, mostrando un rostro sonriente y desafiante, con todo el orgullo prepotente del mundo.

Entonces, Juanito -que también es un orgulloso redomado, para que vamos a mentir: en esta historia no hay buenos ni malos- apunta que Juanita muestra con esas palabras que se cree superior a él y a los posibles otros espectadores de esta lucha verbal. Por supuesto, la Juani monta en cólera, y suelta: "¡Mira quién habla! Tú eres el que se cree superior", lo que es una versión no mucho más adulta de la respuesta "¡Tonto tú!" de uno a la afirmación "Tonto" de otro.

Juanito se calla, porque prefiere tener la fiesta en paz y no declarar la guerra en aquella situación, pero aun y todo piensa. Piensa que esa Juanita es una hipócrita. La mujer en cuestión desprecia a los que en su opinión se creen superiores -algunos sí que se lo creerán, y probablemente lo sean en algunos ámbitos, pero claro, eso no se puede decir en voz muy alta en esta sociedad políticamente correcta en la que "todos somos iguales"- y, en cambio, se cree superior. No se aplica sus propias normas. Y no hay nada que joda más.

Así que Juanito no puede hacer otra cosa que no sea morderse los labios de frustración, de que en esta sociedad demagoga y políticamente correcta pero más falsa que un Ewok no se le permita dar su opinión con total libertad. Y ojo, una cosa es decir lo que uno piensa tras habérselo pensando, como en el caso expuesto, y otra afirmar gilipolleces a los cuatro vientos.