sábado, 17 de mayo de 2008

Zûrak - Viaje a Nîvhert

Buenas,

Como habréis notado, he cambiado la imagen titular por otra, gracias a mi amigo eZakto. De hecho, la anterior imagen también la diseñó él, así que le debo practicamente el diseño de esta pagina. Además, alguna que otra vez ya me ha hecho algunas obras maestras con Photoshop. Pues eso, muchas gracias, eZakto.

Para hoy, esta pequeña parte de "Zûrak" que, aunque en la historia es irrelevante, no es épica, ni es nada, me gustó como quedó. Se trata de una conversación entre el protagonista y su compañero de viejo, y la rápida aparición de un personaje terciario de lo más gracioso, que no es más que un esteretípico mercader. De todos modos, si lo pongo es para salvar un poco lo de la actualización semanal.

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A la mañana del cuarto día, Zûrak el mago y su compañero Rêitek se encontraban ante la puerta que separaba definitivamente el imperio que hasta ahora habían conocido del Reino de Nîvgert. Tras cruzarla tendrían por delante largas caminatas a través de dificultosos caminos nevados entre montañas y bosques.
No podía negar lo evidente: Rêitek llamaba la atención, y no podrían cruzar una puerta vigilada que además tenía tráfico mercantil bastante frecuente sin que nadie le viera. No podía arriesgarse a echarlo todo a perder, ya que su viaje exigía un mínimo de cautela si quería al menos tener la oportunidad de coger a su presa por sorpresa, algo cada vez más plausible gracias a sus pistas.
-Me temo que tendremos que encontrar la forma de que pases escondido, sâhim. Por aquí pasan mercaderes, así que quizás podamos comprar a alguno un carro o algún vehículo similar en el que pasar el control.
-Un sâhim honorable no se mete entre la mercancía como si fuera un vulgar animal de feria, ni tampoco se esconde ante el enemigo.
-Un sâhim inteligente prefiere tener que esconderse a llamar la atención si su misión requiere discreción –replicó él con sagacidad-. Y tú no eres ningún idiota, ¿no?
Rêitek gruñó molesto, pero acabó aceptando su argumento a regañadientes y, llevándose a Mêzanour consigo, se dirigió a un montículo de nieve cercano, para esconderse a una distancia prudencial de la puerta y del camino principal.
Tuvieron suerte, ya que poco antes del mediodía pasó un mercader con un trío de carrozas repletas de mercancías, y mientras Rêitek se escondía tras el collado, el mago salía a la mitad del camino, interponiéndose en el paso de los vehículos. Según creía, el cochero de la primera carroza creyó que era un bandido o algo parecido, porque sujetó las fustas preparado para ordenar a sus caballos trotar si era necesario y alertó a alguien de un coche posterior. Poco después un hombre bajó de la carroza del medio y se acercó al cochero, con el que intercambió unas rápidas palabras y ambos acabaron mirando al bandido en potencia que se interponía en su camino.
-Solo quiero hablar.
-Más te vale, bandido –le apuntó con un dedo acusador- porque no pienso dejar toda esta mercancía atrás y la defenderé hasta la muerte si es necesario. ¡Así que, habla!
-Me llevaré uno de los coches, sin los caballos ni mercancía.
-Extraño bandido, que solo quiere llevarse parte del botín –rió el mercader-. Que amable.
-No me ha comprendido bien: no soy un bandido. Hagamos un trato. –añadió Zûrak, ante la perplejidad del mercader.
-Si vendo uno de mis carros, tendré que repartir mi mercancía y personal en los dos restantes, lo que será muy incomodo, teniendo en cuenta que llevo una gran cantidad de maloliente pescado desde la delta del Jêlag.
-Entonces no debe quedar mucho más de viaje para usted y los suyos. Pagaré bien, y le aseguro que le hará olvidar a usted y a todos sus hombres cualquier incomodidad en cuanto lleguen a la ciudad y se lo gasten en lo que quieran.
-¿Cuánto pagas?
Zûrak desató la bolsa de monedas que llevaba al cinto y la alzó para que el mercader pudiera verla bien. Cuando pareció satisfecho, el mago se la lanzó y este la cogió al vuelo. Con avidez, el mercader dejó caer todas las monedas en su mano para contarlas, y antes siquiera de acabar exclamó:
-¡Aquí hay dinero de sobra! –miró al mago encapuchado, y se dio cuenta de su desliz-. Quiero decir que… creo que será suficiente.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta parte de tu libro, ya que el resto no lo he leido, me parece un tanto aburrida. Y ademas, al leer una pequeña parte del libro estas un poco perdido.
Por otra parte seguramente no se puede apreciar el argumento y al leerlo no te dice mucho.

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