martes, 6 de mayo de 2008

Zûrak - Encuentro con el Maestro

Buenas,

El siguiente texto es un pequeño extracto de la primera parte de mi libro, al que aun le quedan muchas paginas en blanco. De todos modos, voy avanzando poco a poco.

Esta pequeñísima parte la escribí hace solo unas semanas, está sujeto a cambios (incluso de contenido, no solo de estílo), y seguramente acabará bastante diferente, pero de todos modos es un momento crucial de la historia que quiero plasmar. No es mucho, pero aquí está:

Aunque la estancia era amplia y calurosa, y la madera pulida junto a la sencillez decorativa confería un sentido extrañamente místico al lugar, como si fuera un templo, Zûrak no pudo apreciarlo: la tranquilidad que ofrecía el lugar no era comparable con la incoherente inquietud que le venía acechando desde hacía unos instantes. Se sintió como un animal herido que intentaba escapar, en vano, de las redes del cazador.

En ese mismo instante se comenzaron a oír unos pasos en la sala de al lado, junto a unas voces que charlaban. Aunque al principio no pudo oírles, en cuanto se acercaron un poco pudo escuchar la conversación:

-…el viaje, señor? –inquiría una voz, joven y respetuosa.

-Fue devastador – respondió una voz áspera, que le trajo inmediatamente recuerdos a la mente-. La desventura me persiguió durante el viaje, y estaba hecho tal lastre que, al entrar en la ciudad, uno de esos estúpidos guardias de la muralla me negó la entrada. Claro está, al final tuve que... insistir un poco.

La conversación finalizó en cuanto los dos interlocutores entraron en la estancia, ya que se quedaron mirando a los guardias y a él perplejos. Al menos el joven lo hacía, porque desde su posición no podía ver el rostro del otro, que iba vestido con una túnica oscura de viaje que le tapaba por completo.

-¿Qué hacen aquí? –preguntó el muchacho, una especie de mayordomo.

-Tranquilo, joven –apaciguó el viejo entunicado al mayordomo, quitando importancia a la visita con un gesto de la mano-. Esperaba la visita, aunque debo admitir que no tan pronto. Parece que los soldados han hecho un excelente trabajo.

El cabecilla, con su tono más petulante, habló entonces:

-Como nos dijo, estaba escondido en una de las torres de la zona. No fue muy difícil encontrarle, ya que todos los soldados están abajo en el mercado por culpa de un intruso en las murallas, o algo parecido.

Según parecía, aun no le atribuían el altercado. Pero eso ya no preocupaba demasiado al mago: creía haber reconocido la voz del anciano, pero no era posible, simplemente no podía ser…

-Muy bien, capitán, muy bien –murmuró el noble-. Puede retirar a sus soldados. Gracias por sus servicios.

-Pero, señor... –titubeó el capitán, desconcertado-. Este hombre ha sido encontrado en una zona restringida, armado hasta los dientes y seguramente con malas intenciones, así que deberíamos encarcelarlo inmediatamente para una posterior condena.

-Oh, sí, no se preocupe –Zûrak creyó ver una sonrisa amable bajo la capucha, aunque estaba seguro de que no era demasiado sincera-. Será castigado.

-¡Pero no dudará en escapar! ¡Me niego a…!

-¿Se niega? Recuerde que estoy por encima de usted, así que no me hable así y retírese con sus hombres, ¡inmediatamente! Como he dicho, me ocuparé personalmente de él.

A regañadientes, el capitán se retiró junto a sus soldados, pero Zûrak dudaba que fueran a irse realmente, y podía imaginar al gordo mandón al otro lado de la puerta intentando escuchar, ansiando que hiciera algo inapropiado para poder pincharle de nuevo con su espada. Pues bien, si los peores temores del mago eran correctos, enfrente suyo tenía a alguien a quien no pretendía retar.

-Vete tú también, joven.

-Pero...

-Vete, antes de que me enfade –le cortó el otro en un murmullo, mirando de frente a su subalterno. Este, cejando en su único intento, se fue por donde había venido minutos atrás, está vez a solas.

Zûrak sentía la mirada penetrante por debajo de aquella túnica, pero él no podía devolverla ya que éste estaba completamente tapado. En cambio, sentía una fuente de energía tenazmente oculta detrás de esos ropajes, pero que de todos modos no le podía pasar desapercibida. Que aquél a quien llevaba tiempo persiguiendo coincidiera con esa voz que no escuchaba hacía tantísimo tiempo, y de hecho era imposible que escuchara de nuevo, le inquietaba.

-No hace falta que intentes ver a través de mí, joven mago.

Acto seguido, el otro mago se llevo las manos a su larga capucha, quitándosela lentamente. Creía estar preparado para muchas cosas, incluso para encontrarse finalmente con su presa y análogo, pero aun tras haberlo sospechado en los últimos instantes, no estaba preparado para ver uno de los pocos rostros que esperaba no ver nunca más en toda su vida, y que no había visto en más de cien años: nada más y nada menos que el envejecido semblante del hombre que le había enseñado los secretos de la magia, su antiguo maestro.

-Bienvenido, Zûrak. Cuanto tiempo sin verte.


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